Desde Helsinki cogimos un ferry que nos llevó a Tallín.
Nos sorprendió ver mucha gente con maletas vacias y carritos de la compra. La explicación era muy sencilla: pasaban a Tallín a comprar bebidas alcohólicas que en Finlandia son carísimas.
Es una ciudad preciosa, con un casco histórico medieval muy bien conservado: murallas defensivas, calles empedradas, plazas...
Conserva reminiscencia de su pasado soviético y por todos lados se respira la afición de sus habitantes por la música, el monumento a Sibelius, uno de sus grandes músicos, preside un parque muy agradable.
Nos llamó poderosamente la atención una iglesia escavada en un inmenso bloque de granito, literalmente la igleia está dentro del granito.
Fue un día muy bien aprovechado, por la tarde volvimos a Helsinki para comenzar nuestro circuito por Finlandia.
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